¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

miércoles, 29 de enero de 2014

Murero: un yacimiento paleontológico excepcional como recurso geoturístico y educativo.


 


Escudo de Murero (Zaragoza): la imagen
 del centro corresponde a un trilobites.
 

     Murero es una localidad zaragozana muy visitada por paleontólogos y aficionados a los fósiles de todo el mundo. Ello es debido a que en su próxima rambla de Valdemiedes se localizan numerosos yacimientos del primer periodo Paleozoico: el Cámbrico.
 

Posición paleogeográfica de Murero en el Cámbrico.
    
      El Cámbrico, que dura desde los 542 hasta los 488 millones de años es conocido por ser el período de tiempo en el que se produce sobre la Tierra la conocida como “gran explosión de vida”, durante la que aparecieron la mayoría de los grupos biológicos que hoy en día se conocen. Con anterioridad a esa fecha es casi inexistente el registro fósil en el mundo, teniendo que remontarnos a la fauna de Ediacara (Australia), de 670 millones de años, para encontrar una biota con escasa fauna “reconocible” de medusoides y pennatúlidos, entre otros.
 
Situación geográfica y geológica de Murero en la Cordillera Ibérica, en Aragón.
Itinerarios didácticos de la Rambla de Valdemiedes.
Cartel expositor.
Instalaciones de los itinerarios geoturísticos de Murero.

 
     Verneuil, geólogo francés, descubrió los yacimientos de Murero en 1862 y desde entonces se han realizado numerosas campañas de excavación, en especial desde la década de los 70 del pasado siglo por parte de la Universidad de Zaragoza. Geológicamente Murero se localiza en el sector aragonés del sistema ibérico, junto a la depresión Calatayud-Teruel, cuyos rellenos terciarios, formados sobre todo por conglomerados y areniscas rojas, cubren en parte los afloramientos de Murero. El Cámbrico de Murero es de especial importancia pues allí se registran más de 200 m de potencia de niveles estratigráficos de origen marino, representando casi 8 millones de años de tiempo. En esos  niveles  han aparecido restos de organismos, muchos de ellos extintos hoy, tanto con esqueleto duro como de cuerpo blando, lo que incrementa su interés paleontológico. El principal  grupo de organismos que aparecen en el registro fósil de Murero es el de los artrópodos,  estando bien representados los aracnomorfos y los bradoríidos (un tipo de crutáceos) y especialmente los trilobites. De estos últimos destacan las especies Paradoxides mureroensis y Conocoryphe heberti. Otros grupos, como los braquiópodos y equinodermos, enriquecen las densas asociaciones faunísticas de Murero, junto a algas, esponjas y abundantes pistas fósiles de organismos indeterminados.
 

Paradoxides de Murero.
 
Paradoxides.

Conocoryphe de Murero.
    
     A comienzos de este siglo se instalaron varios paneles explicativos de las rutas “Paradoxides” y “Ruta de la Rambla” que completan la información geoturística que se reconoce  para Murero con las declaraciones sucesivas institucionales que estos yacimientos han conseguido: Bien de Interés Cultural del Gobierno de Aragón, en 1997; Punto de Interés Geológico, del Gobierno de Aragón, en 2001; y el Internationally Outstanding Point of Geological Interest del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), en 2008.
 

Eladio Liñán, catedrático de paleontología
 de la Universidad de Zaragoza y
 principal investigador de los yacimientos de Murero.
 

domingo, 19 de enero de 2014

El cierre de Altamira, una cuestión geológica.


Bisonte de Altamira.

     Ubicada a 30 km al noroeste de Santander, cerca de la localidad de Santillana del Mar de  la región española de Cantabria, está la Cueva de Altamira, famosa por sus pinturas rupestres con representaciones de fauna silvestre y siluetas de manos humanas del Paleolítico superior. Utilizando el método de datación uranio-torio se estima que las pinturas de Altamira son de hace entre 25.000 y 35.000 años.
 
     La cueva se compone de diversas cámaras y galerías cubiertas de pinturas. Estas fueron creadas usando como materiales carbón y hematites (un óxido de hierro). Un ejemplo de la capacidad artística de sus autores es el hecho de que incluso los salientes naturales de las paredes de las cuevas se aprovecharon para crear un efecto tridimensional. La parte más famosa de la cueva de Altamira es un techo policromado (sala de polícromos) con una manada de bisontes, caballos, un gran ciervo y un jabalí.
 
 
Plano de la Cueva de Altamira.



     Hace aproximadamente 13.000 años, la entrada de la cueva fue cerrada por un desprendimiento de rocas. Este hecho hizo que se conservara el contenido de la cueva hasta su casual descubrimiento en 1879 por el arqueólogo Marcelino Sanz de Sautuola. Este arqueólogo diría que las pinturas de la cueva eran del Paleolítico. Sus declaraciones sobre la cueva de Altamira provocaron una gran polémica y burlas porque en ese tiempo se creía que el hombre prehistórico no era lo suficientemente inteligente para producir arte. La calidad artística suprema y el excepcional estado de conservación de las pinturas rupestres llevaron a que Sautuola fuese acusado de falsificación. En 1902 se encontraron otras pinturas rupestres prehistóricas en España, lo que obligó a la sociedad científica a reconocer públicamente su error.
 
Bisonte. Altamira.

     En 1977, la cueva se cerró al público debido a que las pinturas resultaban dañadas por el dióxido de carbono producido por los visitantes. Y ello por los resultados de varios  trabajos de investigación geológica llevados a cabo en el interior de la cueva de Altamira por personal, sobre todo, del estatal  Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Este proceso deteriorante de las pinturas se basaba, según se averiguó entonces, en la gran acción disolvente realizada por el vapor de agua ambiente sobre las paredes carbonatadas de la cavidad  (ayudado por una acción microbiana), junto al dióxido de carbono (CO2) que emitían los muchos visitantes que la cueva recibía, más de 8800 al día,  produciéndose así  un importante fenómeno de disolución kárstica que distorsionaba el aspecto original de las pinturas hechas directamente sobre la caliza. Uno de los investigadores de este fenómeno de Altamira, junto a otros sedimentólogos del karst, fue Manuel Hoyos (+1999) que era a su vez responsable de la sedimentología de Atapuerca en la década de los 80 y parte de los 90,  lo que facilitó nuestro acceso a información directa y veraz sobre lo que acontecía en Altamira durante el periodo de reflexión en el que se decidía el cierre o no de las cuevas al público. 
 
 
      Se cerraron en 1977, pero se abrieron de nuevo más tarde en 1982 con un acceso muy limitado (40 personas diarias) hasta que se completó una réplica de la cueva en el año 2001. En 1985 se declaró patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y en 2002 se volvió a cerrar a la vista del deterioro carbonatado-microbiano de las pinturas.
 
     Hoy en día se ha planteado de nuevo la posibilidad de su visita eligiendo entre los visitantes al museo réplica de Santillana del Mar unas "8 personas" diarias. Seguramente esa pequeña cantidad de dióxido de carbono emitido por esas personas no afectará de manera urgente la integridad de la cueva y pinturas, pero se deberían tomar otras iniciativas de protección  de las pinturas realmente eficaces y duraderas en el tiempo. Esto es desproteger esas pinturas Patrimonio de la Humanidad, y no nos lo podemos permitir. 
 
Sala de Polícromos. Altamira.

sábado, 18 de enero de 2014

Calderas volcánicas.



El Teide, Tenerife. Mar de nubes.
 
     Un caldera volcánica es una depresión, más o menos circular o elíptica y de escarpadas paredes, que se produce por el desmantelamiento parcial de una estructura  volcánica. Fundamentalmente se distinguen tres tipos de calderas, según su origen:
     1.- De hundimiento. Se producen cuando una capa de material volcánico solidificado se queda elevado respecto a la bolsada magmática que la alimenta debido a una interrupción temporal de aporte ígneo o  a una disminución significativa de aporte de material fundido, por lo que, por gravedad, tiende a caer, hundiéndose  el  terreno y formando  la caldera. Por ejemplo, la caldera de las Cañadas del Teide, en  Tenerife , en las islas Canarias. Y también las calderas de Sete Cidades y de Fornos, en la isla de san Miguel, en las Azores.
 
Caldera de las Cañadas del Teide, Tenerife.
Las Cañadas del Teide, Tenerife. Vista interior de la caldera  con paredes verticales,y coladas de relleno posterior.
    
Caldera y lagos de Sete Cidades, san Miguel (Azores).
Caldera de Fornos, en san Miguel, Azores.
 
     2.- De explosión. Se originan cuando la lava fundida ascendente entra en contacto con el área de influencia de algún acuífero de la zona, por lo que la presión resultante del vapor de agua generado produce  una gran presión que dando erupciones muy violentas y explosivas. La Caldera de Bandama, en Gran Canaria, es un ejemplo de este tipo de caldera.
 
Caldera de Bandama, Gran Canaria.
 
     3.- De derrame. La acumulación de grandes cantidades de material fundido en el interior del volcán puede llegar a afectar a alguna zona de fragilidad del cono volcánico, por lo que la lava tiende a salir, rompiendo la estructura del volcán, derramándose por gravedad. Por ejemplo, la caldera de  Taburiente, en la isla canaria de La Palma se abrió camino por el actual  Barranco de Las Angustias hasta el mar, en la zona suroeste de la isla.
 
Paredes verticalizadas de la Caldera de Taburiente, en La Palma.
Barranco de las Angustias, en La Palma: zona de salida de la caldera al mar.
 

lunes, 13 de enero de 2014

Los misioneros del barrio Oliver de Zaragoza.



     No sé como caerá esto. Es una reflexión sobre la ayuda y educación que se puede ofrecer a los barrios un tanto desfavorecidos de las grandes ciudades, o eso pretende. Sin grandes frases, sin terminología incomprensible, o señalando el camino a nadie sin decir nada, como algunos iluminados y sesudos pensantes, aunque muy religiosos, suelen hacer. Veamos.
     Gracias a trabajar más de una década de mi vida, los años 90, en el instituto del barrio Oliver de Zaragoza  pude darme cuenta de muchas cuestiones sociales que hasta entonces desconocía. Y no solo por la obligada convivencia en el centro con multitud de chavales de raza gitana,  desconocidos para mi, sino por sufrir un gran choque conceptual entre pensar y estar convencido de qué es lo que se debía hacer allí socialmente, en una época en la que la igualdad y solidaridad entre todos era muy tenida en cuenta, y lo que después se hacía desde algunos estamentos oficiales. Ese choque hacía ver que la realidad ideal ofrecida en los programas electorales de partidos progresistas no era, ni mucho menos, lo que después se ponía en práctica, por esos mismos partidos, en  el trato y aplicación de normativas a la gente con serios problemas personales, familiares y sociales.
Viviendas tradicionales del barrio Oliver, Zaragoza.
     Por un lado, y tal y como me advertía mi amigo y compañero del instituto Simón Perulán, el cura del centro, tuve que empezar a separar entre “buena gente” y “gente humilde y pobre”. En mi fuero interno esos dos conceptos siempre habían estado unidos. Desde luego, con  el paso por ese instituto me quedó clara la diferencia. Y por otro, todos mis sentidos fueron atraídos por una fuerza que me hacía ver cada vez también más clara, aunque  con impotencia, la gran variedad de necesidades humanas que muchas familias del entorno tenían. Y no eran necesidades académicas, precisamente.
     Podría contar miles de anécdotas, unas más graciosas que otras, y muchas,  tremendamente desgraciadas. De todas ellas hubo varias que me impactaron lo suficiente como para que no se me olviden mientras viva. Recuerdo cómo en una ocasión vino a vernos (estábamos en el equipo directivo del centro) una madre, de profesión prostituta, en condiciones físicas, estéticas, deplorables, para pedirnos que hiciéramos lo posible para que su hija pequeña, de 13 años entonces, no terminara como ella, pues se había enterado que por las tardes se prostituía también por  “los portales de barrio”. No pude olvidar aquella entrevista durante mucho tiempo. Y la tenía ya casi olvidada cuando en unas compras navideñas de hace unos pocos años en una tienda de ropa se me acercó una preciosa dependienta y me dijo. “eres Enrique, ¿verdad? ¿te acuerdas de mi?  La verdad, casi lloro de emoción cuando le dije lo que me alegraba de verla allí, trabajando en algo digno. Tranquilos, no cuento más anécdotas, que me afectan mucho…, demasiado. Pero eso es lo que había,… y en abundancia.
Imagen del barrio Oliver de Zaragoza en sus orígenes, en los años 50/60.
     También me decía Simón que él, que había estado allí desde los años 60, en plena efervescencia del franquismo intolerante, controlador  y excluyente de este tipo de personas desfavorecidas, como las primeras oleadas de llenado del barrio, no pudo nunca deshacer el nudo de la opresión social, aun intentándolo en muchas ocasiones, sin ayuda de nadie, sintiéndose solo. ¡Cómo sería en los 60 y 70 cuando en los 90 vi lo que vi en la zona! ¡No me lo puedo imaginar lo que pasaría allí o en la multitud de barrios marginales de nuestras ciudades!
     Y sin embargo,  era la misma época en la que muchos “llamados” por  su Dios abandonaban nuestro país para ir a las misiones por los lugares más recónditos del planeta. Es curioso, la verdad. Recientemente hemos tenido la ocasión de asistir al estreno de la producción española cinematográfica sobre la vida, o parte de ella, de Vicente Ferrer. Seguro que han oído hablar del personaje.  La película refleja, en especial,  su vida en la región seca y con pocos recursos del Este de la India,  magnificando  la gran gesta de ayuda y dedicación de este jesuita hacia los segmentos más humildes y desfavorecidos de la población de esa zona. Acompañado de un compañero jesuita, un traductor de dialectos locales (¿pagado por quién?) y una jovencita que más tarde sería su esposa, comienza una entrega personal para reflotar esas comunidades casi deshauciadas, que a simple vista, parece representar  la reencarnación de un nuevo mesías. Pidiendo grano de cereal a empresarios extranjeros del lugar, engatusando (o manipulando) a los incultos aldeanos para que colaborasen en las tareas físicas, y teniendo sus necesidades vitales cubiertas, esa demostración de bondad infinita, (aunque autoritaria y poco respetuosa con las costumbres locales en mi opinión), poco a poco, hicieron que se fuera fraguando el germen de la fundación que lleva su nombre y que hoy es receptora de grandes cantidades de recursos y donaciones. Y todo sin doblar mucho el espinazo y mandando mucho, por lo que se ve en la película.
     Lejos de criticar la “ingente” labor realizada por este hombre en la India, se me ocurre pensar qué habría pasado si en vez de irse tan lejos a hacer el bien por los demás, se hubiera pasado en esa misma época  por el barrio Oliver de Zaragoza, o por cualquier otro de la ciudad que se quiera elegir, y, como decimos por aquí, se hubiera “emprendido”, con toda su labia, “rasmia”, saber hacer, entrega a los demás y posibilidad de obtención de recursos, a hacer algo por la marginación nuestra, la nacional, la de aquí. ¿O eso no estaba en la hoja de ruta preparada por Dios para él? Seguro que es mucho más glamuroso y de nivel internacional el dedicarse a los indios de la India, desde luego, pero por “lo casero” esta gente pasó de largo, incluso con desdén, como dice (o le ponen en su boca en la película): “en España se pasan la vida comiendo y hablando”. ¡Qué majo! Claro, se tuvo que ir a la India, que los resultados son mucho más efectivos y se come menos…

Equipamientos culturales actuales del barrio.
     Aquí, sin embargo, se quedó Simón Perulán, y el sacerdote Carbó en la parroquia. Y se fundó un instituto de bachillerato para que la gente del barrio que pudiera (una minoría) se culturizase (en los 70). Y luego llegamos nosotros, en los 90, y vimos en buena parte  del barrio lo que se había visto allí siempre: marginación, mucha miseria, pobreza, falta de principios morales, hacinamiento… Excepto a Leandro Sequeiros, catedrático mío de paleontología que vino un año a dar una conferencia sobre evolución al instituto, invitado por el programa educativo Ciencia Viva (cobrando), nunca vi a ningún otro jesuita por el barrio, ni tan santo y comprometido como Vicente Ferrer, ni algo menos. ¿Será que los jesuitas necesitan pobres de solemnidad para darse en cuerpo y alma? ¿Será  que necesitan desarrollar sus “proyectos” misioneriles con el fin de alcanzar una realización personal, y en definitiva, su “nirvana”? ¿Aquí eso no se puede llegar a alcanzar?
     Es igual, nos da igual.  Y aunque  queda mucho por hacer todavía el uso y aplicación de políticas y acciones sociales y solidarias en los últimos lustros, sin doctrinas, ha permitido que el barrio Oliver tenga hoy en día otra cara, con una población emprendedora, cambiada, respetada, y con ganas de prosperar en sus vidas, a pesar de las dificultades, y sin echar de menos sotanas de ningún color, ni actos en los que se termina cantando “Viva la Gente”. La solidaridad y la justicia social se abre paso, a pesar de todo.
 

viernes, 10 de enero de 2014

Vuelve a sobrar agua...


 
Extracto de Heraldo de Aragón del 9 de enero de 2014:
“Después de que la presidenta de Castilla-La Mancha, Maria Dolores de Cospedal, haya defendido esta tarde el uso de agua "sobrante" de un río para abastecer a zonas que lo necesitan y haya opinado que es una "barbaridad" que "no se aproveche el agua en otros ríos, singularmente en el Ebro", el Gobierno de Aragón ha rechazado una vez más que se produzca una transferencia de agua de este tipo".
 
    
      Ya se mueven de nuevo. Las fuerzas vivas políticas del partido que gobierna empiezan a dar pasos otra vez. Y con el mismo argumento de hace años: que sobra agua del Ebro para trasvasar a tierras deficitarias. No nos sorprende. Sabíamos desde que llegaron en 2011 que tarde o temprano resucitarían el tema. Y una vez más juegan con la ignorancia de muchos paisanos que, muy solidarios ellos, no dudarían en dar el agua “sobrante” a los necesitados hídricos.
     El manido concepto o idea de que sobra agua lo basan en el establecimiento de otro un tanto relativo: el caudal ecológico. Seguro que lo han oído mil veces de las bocas de políticos y aficionados a la ecología hídrica. Este se establece en función de las necesidades hidrológicas mínimas para que el ecosistema fluvial pueda mantenerse con garantías de que las fluctuaciones propias de los ríos estacionales, como el Ebro, no afecten al desarrollo de las biocenosis del entorno. Pero al establecer un mínimo caudal intocable por necesidad ecológica no se aplica la necesidad de respetar que el ecosistema fluvial que lleva al mar millones de litros de agua es un complejo entramado de variados y necesarios elementos para mantener la estabilidad fluvial y litoral. Y esto es debido a que, una vez más, se suele diluir en el concepto ecológico de río la componente geológica del mismo.
 

 

     Al mar es necesario que llegue agua fluvial pero también, y casi con mayor importancia, un conjunto de sedimentos fluviales que engloban una gran lista de nutrientes y otras sustancias que repercutirán directamente en la pervivencia de las biocenosis marinas. Sin esos aportes la riqueza pesquera disminuirá drásticamente, así como se acentuarán una serie de acontecimientos  de remodelación del litoral que, por supuesto, seguirá funcionando al margen de si tiene o no depósitos sedimentarios que redistribuir, por lo que el incremento de efectos erosivos es más que probable. Basta un claro ejemplo para entender bien esta cuestión. Desde que se construyó hace casi  4 décadas la presa y embalse de Mequinenza en el Ebro, propiedad de Endesa, la proporción de sedimentos fluviales ha disminuido tanto en el delta marino del río Ebro que éste ha retrocedido, por erosión del mar, más de 2 km tierra adentro, dejando sumergido a 12 m de profundidad un antiguo faro costero. Así es el mar y su dinámica costera, aunque los que piensan y diseñan trasvases no lo quieren saber.
      Si se deja solo el caudal ecológico del río todo el ecosistema se verá afectado de forma  irreversible, además de influir negativamente en los posibles y futuros usos de esa agua por las tierras ribereñas,  que se hipotecan al verse sometidas sus gentes a un uso del agua muy regulado y condicionado.
Delta del Ebro.