¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

viernes, 16 de junio de 2017

Los 27 de Aragón.

Edificio de Geológicas de la Universidad de Zaragoza.


     Ese es el número, 27, de personas que en la convocatoria de junio de la nueva selectividad (EVAU) se han examinado de Geología en todo Aragón. Aunque resulte increíble, ese es el dato oficial. Y no es de extrañar que hayan sido tan pocos . Se ha eliminado de las pruebas de acceso a la universidad  la posibilidad de examinarse de la veterana y necesaria asignatura “Ciencias de la Tierra y medioambientales” (CTM) sin dar una explicación convincente hasta la fecha, y con irrespetuosos titubeos respecto a aplicar esa medida hasta el mismo diciembre de este curso. La incorporación de la Geología, "a cambio", entre las materias troncales de ciencias   examinables no ha dado, de momento, buenos resultados. Y el motivo está más que claro.
     La mínima representación de grados universitarios en los que pondera  algo  la Geología para obtener  nota suficiente de acceso  es uno de los principales hándicaps que el alumnado tiene que afrontar para decidirse, primero, a cursarla en  bachillerato, y segundo, a examinarse en la EVAU de algo que prácticamente no les sirve de nada numéricamente para acceder a carreras de tipo científico y/o ambiental. Me consta que la coordinadora actual de la asignatura en la Universidad de Zaragoza está moviendo todos los hilos para conseguir una modificación de esas ponderaciones con el fin de que un tradicional grado universitario, como es Geología, que lleva impartiéndose en esa universidad casi cuarenta años,  no desaparezca por falta de alumnado. Pero es a lo que vamos.
     Si esta vez no se moviliza también todo el colectivo docente del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza  y los geólogos de los departamentos de Ciencias Naturales de los institutos, estaremos acabados y con un futuro profesional y social más que negro. Una sociedad sin Geología es una sociedad fácilmente manipulable tanto por los colectivos y lobbys hiperdesarrollistas como por los defensores del  conservacionismo a ultranza.

lunes, 12 de junio de 2017

El ”supermegaguay” mercadillo de Las Armas, en Zaragoza.



     Quien no conozca Zaragoza debe saber que la calle Las Armas está en el popular barrio de san Pablo, o del “Gancho”. Se trata de un barrio antiguo, con abundancia de casas palaciegas de los siglos XVII y XVIII , restauradas muchas  para oficinas municipales en los últimos tiempos, situadas  entre multitud de edificios poco cuidados y que rozan amenaza de ruina. Es lo que se denomina en los medios como un barrio “degradado” y en mal estado, a pesar de estar a menos de 200 metros de la Plaza del Pilar. Desde  hace años está habitado por personas que son, en su mayoría, musulmanes, los cuales conviven con los tradicionales habitantes del barrio de raza gitana además de unos cuantos “payos”.
Escenario exterior  municipal.
     A mitad de calle el ayuntamiento acondicionó  hace años unos edificios de estructura moderna para realizar allí todo tipo de actos culturales con la idea de revitalizar culturalmente el barrio: escenario multiuso, plaza de expansión de las estrechas calles circundantes, aprovechamiento de solares para uso urbano, etc. Y es en el gran patio interior del edificio y en sus adláteres donde se sitúa cada segundo domingo de mes el mercadillo de Las Armas. Está compuesto por una gran cantidad de puestos ambulantes donde se puede obtener, por ejemplo,  zumos caseros riquísimos, artesanías en madera tallada finamente con nombres de personas u otros motivos, ropa de niños de diseño, o productos alimenticios especiales.




Artesanías en el mercadillo de Las Armas.
     Pero lo más significativo que se contempla cuando se visita es el “tipo” de personas que regentan los puestos ambulantes. Nada que ver con los puestos de un rastro o mercado tradicional, o de la habitual artesanía que se encuentra en los aledaños de edificios históricos de las ciudades. Nada de eso. Parecen, y son casi todos ellos muy jóvenes,  sacados del mercadillo solidario navideño del barrio de Salamanca de Madrid. Solamente algunas rastas cuidadísimas (y  sobre todo el entorno) te hacen pensar que estamos en “otro” barrio. Desde  luego, la supuesta integración social de las personas que viven unos metros más arriba, apiñados en pisos pequeños y mal acondicionados, brilla por su ausencia. ¿Será que no se atreven a mezclarse con tanto pedigrí?
Gran afluencia de público en la plaza de Las Armas.
     
Un día cualquiera, en el mismo lugar del mercadillo, una reivindicación vecinal.
     El diseño, la finura, el exclusivismo y lo peculiar se hacen fuertes entre estas gentes que es posible que tengan contratado un buen seguro por por si en esa zona tan degradada les pasa algo. O llamarán a su papá para que los rescate, si hace falta, con su helicóptero privado. Pero, por lo demás, se les ve bien: seguros de sí mismos acercando su arte y artesanía a zonas en las que pocos o nadie quiere o puede comprarles nada. Se sienten bien mezclándose, o mejor dicho, haciendo una leve incursión por esos sitios tan siniestros donde les han dicho que vive tanta gente desgraciada, sin recursos, y con problemas que ni se atreven a pensar. Pero así son felices, o eso parece, pues las risas continuas y comentarios jocosos se oyen sin cesar. Creen muchos de ellos que se acercan al pueblo más que nadie y así les contarán alguna vez  a sus nietos, sentados en su buena poltrona, las “aventuras” que pasaban cuando eran jóvenes y se rozaban con cualquiera. Después ya no podrán, pues al hacerse más mayores y desde su cargo político en alguna consejería o concejalía no les quedará tiempo para zambullirse en semejantes sitios. Pero saben que existen. Y están con la conciencia tranquila pues forman parte de la pequeña historia urbana y social del intento de salvamento de esos lugares y de esos infelices.
     Mientras, desde el instituto del barrio, el IES Ramón y Cajal, se hace lo que se puede y más para tratar de sacar adelante académicamente a muchos chavales que miran desde la altura de sus viviendas, los segundos domingos de mes, a gentes y productos que no conocen ni desean. Ni falta que les hace.
"Miradores" del mercadillo.

jueves, 1 de junio de 2017

Profesores que nunca debieron serlo.



     No podía suponer la reacción de muchos de mis antiguos colegas profesores y exalumnos al colgar en mi cuenta de facebook  la imagen de arriba, la cual acompañé del siguiente comentario: “He encontrado esta frase. Pienso lo mismo desde que me dedico a la enseñanza. Y espero no haberme equivocado”. Varias veces se ha compartido, más de 75 “likes”,  además de bastantes comentarios cariñosos y nostálgicos. Reconozco que han engordado mi ego un montón, que en estos momentos de mi trayectoria personal y profesional se agradece mucho.
     Pero quiero aquí poner de manifiesto una interpretación contraria a la que se ha hecho en mi caso y que también se puede hacer  respecto al contenido de ese cartel. Me refiero al recuerdo negativo que algunos profesores dejan en sus pacientes alumnos para el resto de sus vidas. Vidas que han sido redirigidas hacia rumbos insospechados debido a la intransigencia y desconsideración de algún que otro docente que, en mi opinión, no debieron haberse dedicado a esta noble profesión en su vida.
     Conozco casos de alumnos de escasísimos recursos familiares, en situación rayana a la pobreza extrema, que el mejor ambiente social que han llegado a conocer es el de las aulas. Que han sido tutorizados y encauzados por su profesorado (y aguantado estoicamente en bastantes ocasiones) para hacerles ver que lo que mejor podían hacer en su vida era aferrarse al estudio, a avanzar en sus conocimientos, y en asegurarse el tener una formación que les permitiera ejercer dignamente una profesión, del tipo que fuera, en el futuro. Pasaron sus estudios primarios, llegaron al instituto y se enfrentaron a la ESO, que aunque para mucho listillo e indocumentado, eso de la ESO es algo “superfácil” y banal, a gente poco acostumbrada a la cultura les supone un importante esfuerzo de adaptación intelectual. Terminan la etapa obligatoria y como se les reconoce que “valen” para el estudio, se matriculan en bachillerato. Aprueban el primer curso, y al llegar a segundo, los muy “poco responsables” se atascan con alguna asignatura del denso programa que se les obliga a cursar para llegar a la universidad. Si a esto se le une la necesidad de tener que trabajar para ayudar a la precaria economía familiar se complica aún más el asunto. En esa situación social se le somete al mismo rasero que a los demás (alguien considerará que muy justamente en aras de la igualdad…) y se le obliga a tener que esperar un año más en segundo de bachillerato a la espera de aprobar una única asignatura suspendida en el junio y septiembre anteriores. Al siguiente curso, y por razones de trabajo, no puede asistir a las valiosas y supernecesarias clases de esa materia, por lo que vuelve a suspender el primer parcial, desistiendo definitivamente de continuar el esfuerzo que supone  conseguir el bachillerato completo aprobado.
     ¡Conseguido! Ya hemos echado a una persona más del sistema educativo. No le sirve de nada (oficialmente) el haber cursado tres años el bachillerato, ni se puede presentar a las pruebas de acceso a la universidad, ni ir a un grado superior de formación profesional, pues se requiere el título de bachiller o una prueba de acceso especial. Supongo lo mal que lo estará pasando la persona afectada por esta situación. Y la vergüenza que se pasa al verle y saber que hay “compañeros” que duermen tranquilos sin haber hecho nada por suavizar algo el nivel exigido de la asignatura y dar alguna facilidad (¡sin regalar nada!) para que personas con serios problemas y que han llegado hasta ahí nadando a contracorriente desde que nacieron no se estanquen y tengan que dar un drástico giro a su vida tirando por la borda tanto esfuerzo anterior. ¿De verdad alguien se cree que un alumno que llega a segundo de bachillerato se arriesga tontamente a no conseguir nada por culpa de solo una signatura? ¿El profesorado implicado no tiene nada que ver en este fracaso? ¿No se dan cuenta que se trata de la vida de una persona?
     Kevin (así se llama el chaval), si lees esto saca fuerzas de flaquezas y sigue adelante. El próximo cuso te espera con nuevo profesorado y nunca es tarde, pues la mayoría de los docentes no somos así. Seguro que lo consigues.
 

jueves, 18 de mayo de 2017

Educar sin camiseta verde.


      Las protestas que  protagonizó el colectivo docente hace  tres años en las puertas de los centros, vestidos de verde, ya no se hacen. Los grandes males que  en educación se veían venir de la mano del PP y su LOMCE parece que ya no hacen mella  ni importan en la comunidad educativa. Se argumentaba entonces, y con mucha razón, que distintos aspectos de la nueva ley iban a ser desastrosos para la educación de nuestros jóvenes. Pero, además, se hacía hincapié en el mal trato que el profesorado recibía de las autoridades educativas.
 
 
     Se protestaba por que poco a poco se fueron recortando “derechos” y situaciones de relativo bienestar en la diaria vida laboral de los centros. Por ejemplo, los profesores veteranos que llegaban a los 55 años vieron cómo se les negaba una merecida reducción de horas lectivas semanales, como se les aplicaba hasta entonces,  por cuestiones “económicas”.  A la vez, el número de horas de clase a la semana que se debía impartir se vio incrementada hasta desbordar la capacidad docente,  con el regocijo de algún indocumentado  e incluso  la “casi” comprensión y aceptación de la medida por buena parte de la sociedad. Más importante, desde un punto de vista educativo  y con mayor repercusión social,  fue la reducción drástica de las plantillas de profesorado, en especial  las dedicadas a los alumnos con necesidades especiales o de atención individualizada.  Además, la capacidad de decisión de los equipos directivos se mermó  hasta dejarlos como meros gestores burocráticos de los centros (aunque algunos eran y siguen muy sumisos y obedientes con el poder…). El sistema de justificación de faltas del profesorado se endurecía  hasta rozar la humillación (es cierto que anteriormente hubo abusos por parte de una minoría que repercutía en la mala fama de todo el colectivo, pero eso no justifica una medida injusta de aplicación generalista ). Y por último,  por no seguir, las famosas ratios (número de alumnos por aula) se elevaron, por ejemplo en el bachillerato, hasta 35 alumnos e incluso más en muchos casos, los cuales se sienten hacinados en cuartos que fueron diseñados para no más de 25. Y lo que es peor, argumentando a la vez que con la aplicación de  medidas así  se quiere conseguir una mayor calidad de  enseñanza además de  un nivel de excelencia educativa apabullante. Pues bien, por todas  estas cosas, y otras muchas más, se protestaba con fuerza y  mucha dignidad hasta antes de las elecciones autonómicas en la totalidad de las comunidades españolas.

    
     Pues bien, casi tres años después, al menos en Aragón, y salvo la reducción  de una hora lectiva semanal a los docentes, todo lo demás, repito, todo lo demás,  está igual que  antes. ¿De qué nos ha servido cambiar de color del gobierno autónomo a fuerzas supuestamente más progresistas, cuando no revolucionarias? ¿Se han olvidado de todas estas reivindicaciones  que se hacían cuando algunos de los ahora situados en la administración estaba en la calle luciendo camiseta verde? ¿Por qué no nos movilizamos ahora? Creo tener la respuesta…, y muchos de los que lean esto también.

viernes, 5 de mayo de 2017

Más Serranía Celtibérica para Teruel.


Central térmica de Andorra, en Teruel.

     Se dan más pasos para despoblar la “Serranía Celtibérica”. En plena campaña de difusión de lo que es y significa ese término se producen casi seguidas dos noticias de gran calado respecto a la economía  aragonesa de Teruel: los próximos cierres de las minas de Riodeva y la central térmica de Andorra. Los dos acontecimientos supondrán una drástica reducción de empleos con el consiguiente éxodo (casi seguro) de los pobladores de estas áreas maltratadas del profundo Teruel, lo que conlleva a un deterioro mayor aún, si cabe, de su débil entramado social.
     No sabemos si los integrantes de algún colectivo conservacionista se habrán alegrado por ello, pues si esas minas y la central térmica desaparecen se dejará de echar a la atmósfera de Andorra gases que generan  lluvia  ácida en los terrenos castellonenses, y se dejará de destrozar el entorno de Riodeva por el continuo desmonte de las estribaciones del monte Javalambre en busca y extracción de caolín. Los muy vigilantes estuvieron en su día al quite ante la posibilidad de abrir una cantera (a cielo abierto) en Alfambra para sacar arcillas esgrimiendo todo tipo de variopintas razones para que no se abrieran, por ser molestas para los pobladores de la localidad, y por impactantes y destrozadoras del paisaje. Así que, ante noticias como las de ahora es posible que aplaudan hasta con las orejas. Que no les toque a ninguno de ellos la regulación de empleo que supondrán estos cierres, aunque casi seguro que no, pues no suele haber mucho activista entre los colectivos de trabajadores de base.
 
Minas de caolín, Riodeva (Teruel).
 
     Pero ante el inmenso problema  social que se avecina, ¿qué se puede hacer? Espero (aunque no con mucha convicción) que desde la administración autonómica (para la estatal casi no existimos los aragoneses…) se sea sensible con el problema de tanta gente afectada y haga algo ya. ¿Qué? Pues crear de urgencia unas condiciones e infraestructuras empresariales que permitan asentar la población en la zona. ¿Y cómo se hace eso? Pues, por un lado,  facilitando terrenos públicos a empresas dispuestas a invertir allí,  con condiciones laborales y de formación  especiales para los habitantes locales, con el fin de que se puedan “reemplear”  y realizar trabajos afines a sus habilidades y formación. Y por otro, que la iniciativa privada se vea complementada con empresas de titularidad pública, que tanto se prodigaron hasta hace pocos años en otros sitios, con el fin de evitar una migración masiva de los ya pocos habitantes de  esas comarcas. Parece muy difícil, pero no es imposible. Hay que alejarse de una vez del  repetido “blablabla” de desarrollar el turismo rural y patrocinar la artesanía local (que también…),  para iniciar un proceso de recomposición real y con perspectivas de futuro,  pues la “poesía turística” no revitaliza social y económicamente una zona deprimida, ya que suele ser un complemento de bienestar en una zona con un mínimo grado de desarrollo. Y no es el caso.
     Pero claro, todo eso podrá llevarse a cabo con el apoyo y comprensión de una sociedad  que de verdad articule criterios y argumentos válidos para salir del atolladero, como en el que está metida hoy en día toda la provincia de Teruel. Desarrollo basado, como no puede ser de otra forma, en un debido respeto a la naturaleza y con criterios medioambientales claros, pero sin los trasnochados  remilgos pseudoecologistas a los que nos tienen acostumbrados los conservacionistas de salón. Pensando en la gente en primer lugar… ¿o no?
 

lunes, 24 de abril de 2017

Golf y ecologismo de quintafila.



     No es la primera vez que escribo sobre el campo de golf de Arcosur, al sur de Zaragoza. http://dejadmevivir.blogspot.com.es/2012/03/arcosur-el-barrio-zaragozano-con-campo.html Pero esta vez es con mucha indignación. Que las corporaciones locales anteriores a la actual incluyeran en ese estepario nuevo barrio  un campo de entrenamiento de golf cabía en su marco conceptual de lo que es el progreso y el bienestar social. Por cierto, en la entrada del blog antes citada pongo de manifiesto que ningún grupo ecologista alertó/protestó/ se manifestó ante semejante despropósito. Ellos sabrán el porqué. Pero ahora es ligeramente diferente.
     Ese campo, dotado  con   nueve   hoyos,   acaba de inaugurarse     en el centro del  inmenso nuevo  barrio de Arcosur. http://www.heraldo.es/noticias/deportes/2017/04/19/arcosur-abre-sus-puertas-golf-1170856-307.html Y como es de titularidad municipal al evento inaugural ha asistido una representación con autoridad del ayuntamiento zaragozano. Hasta aquí todo como siempre y dentro de la habitualidad institucional a la que estamos  acostumbrados desde hace décadas. Pero lo sorprendente es que nuestra  ciudad está dirigida por un alcalde “podemita”, como todo el mundo sabe, lo que hace que choque de frente una supuesta ideología innovadora, reformista, respetuosa con el medio ambiente, con hechos tan demoledores del entorno y tan contrarios a lo que cabría esperar. ¿De verdad estos desbarres ecológicos son justificables y entran en su programa reformista de gestión? ¿Saben lo que están haciendo?
     Además, y desde un punto de vista social y medioambiental, lo que más sorprende es la ausencia, una vez más últimamente, de colectivos ecologistas reivindicando el desmantelamiento inmediato de un campo de golf situado en un sequísimo ecosistema estepario y que requiere ingentes cantidades de agua para su conservación en un lugar en el que no hay. Y, además de por lo ecológico, por lo innecesario de su instalación en un barrio totalmente nuevo, especialmente poblado de gente joven, que necesita, seguro, otras infraestructuras básicas antes que la carísima instalación para practicar un deporte trasnochado, elitista, y considerado por casi todos, desde siempre, como algo propio de una casta de niños ricos y pijos. ¿Nos van a vender desde el ayuntamiento ahora que abrir campos de golf es la mejor y más  democrática medida para desarrollar el deporte en un barrio nuevo? ¿Es de prioridad máxima?
 
 

     Lo  triste es comprobar de nuevo cómo mucha gente que se autodefine como  muy “concienciada” con la conservación de la naturaleza  y que pertenecen incluso a alguna organización conservacionista  brilla por su ausencia en la protesta activa contra hechos de esta naturaleza y magnitud. Solo usan de vez en cuando como distintivo ideológico  un típico “disfraz de ecologista”, con chapita en la solapa incluida, lo que no les habilita en absoluto para representar, como han pretendido hasta ahora, la sensibilidad medioambiental de la gente o pueblo llano al que dicen quieren cuidar. Se necesitan otras cosas, no solo vestimenta y poses, para cumplir con el manual de buen ecologista.
     ¿Por qué no han hecho acto de presencia para protestar en este caso de esta intervención? ¿Dónde se meten? ¿Será que son sus amiguitos los que han aprobado con sus votos municipales esta aberración ecológica? ¿Tendrá que ganar de nuevo  el PP o el PSOE para que salgan a la calle los ecologistas a protestar por estos desmanes? Está claro que se necesita mucha más coherencia y  formación ecológica…, para ser ecologista  e  incluso para ser concejal.
 

miércoles, 8 de marzo de 2017

Con un transgénero en el aula.



     Con el revuelo mediático que se ha suscitado por el autobús tuneado de los del grupo “HazteOir” cualquiera diría que es todo  un problema en los centros de educación el tratar con personas con la identidad de género cambiada. Se ha escrito de todo estos días. Y seguramente desde un conocimiento como mucho, teórico.
     ¿Antes del episodio del autobús alguien había oído algo sobre la problemática personal en cuanto a ser transgénero en un centro educativo? Estoy seguro de que nada o casi nada. La muy escasa  “información” que sobre ese tema se tiene hoy en la calle proviene de amarillistas programas de televisión donde se suelen sacar episodios dramáticos de casos puntuales en lugares muy concretos. Pero hay otros muchos casos, dentro de la minoría, en los que esta situación se vive con normalidad, siendo aceptada por la inmensa mayoría. Y, sí, en este tema también tengo experiencia docente que compartir aquí, cosa que no creo que muchos puedan decir lo mismo a pesar de dejar correr sus chorros de tinta en las redes y en los medios.
     Desde 1º a 4º de ESO, y después durante dos  largos  y duros años de bachillerato, una persona que entró al centro llamándose Andrés y que al poco tiempo se transformó en Samanta, convivió con el resto de sus compañeros y profesores del instituto con total normalidad, la cual incluía una buena dosis de curiosidad, como es natural. Pero sin el más mínimo atisbo de confrontación, rechazo, agresión, bochorno, o malestar debido a su recién cambiada identidad sexual. La gente es más civilizada de lo que se piensa. Y por eso no se le da, por lo general,  tanta importancia a estos  profundos cambios voluntarios en las personas que lo necesitan, por lo que esa supuesta mala influencia en los demás jóvenes, que parece que generaría esa “aberración” desde la opinión de los de HazteOir, es un verdadero intento de manipulación de conciencias que casi seguro  esconde otros intereses.
     Pero lo doloroso de esta situación, en mi parecer, no es tanto la actitud circense con un autobús en gira por España del grupo del que dicen busca que se le denomine “ultracatólico”, sino el SILENCIO (esta vez no el de Dios) de las jerarquías católicas. Esas que no dudan en salir muy ofendidas en todos los medios informativos ante el insulto que supone para ellos el disfrazarse una drag queen de Virgen María y simular una crucifixión en los carnavales de Canarias. Y aunque ese acto carnavalesco sea irreverente, ofensivo para los creyentes, y muy poco fino, si para defenderse de eso son tan valientes y reivindicativos ellos, y aunque algunos bienpensantes (o quedabienes) digan que varios obispos no permiten actividades de HazteOir en sus diócesis, ¿por qué no salen de inmediato esos jerarcas de la Iglesia  a desmarcarse también de esos ultracatólicos diciendo que sus actos y comentarios antitransgénero, tan ofensivos y denigrantes para los que están en esa situación,  no los comparten en absoluto? ¿No se atreven entonces a “tanto”? ¿Será que exponer sus verdaderas ideas les puede suponer un rechazo social más? Aún están a tiempo...
 

lunes, 27 de febrero de 2017

Neuroeducación y práctica docente.



     “La buena enseñanza consiste en escuchar, preguntar, ser sensible y recordar que cada alumno y cada clase son diferentes. Se trata de la obtención de respuestas y el desarrollo de las habilidades de comunicación oral en el estudiante más callado. Se trata de empujar a los estudiantes a superarse y, al mismo tiempo se trata de ser humanos, respetar a los demás y ser profesional en todo momento”.

     Esta es la frase que un buen y querido exalumno mío ha colocado en su “facebook” hace pocos días. La reflexión que ha hecho en relación a cómo entiende él que debe ser el “acto educativo” del profesorado permite hacer una serie de consideraciones sobre el tema, que espero puedan aclarar algunos puntos respecto a cómo se vive en la actualidad el proceso educativo en general, y su eficacia.

     La educación que reciben nuestros hijos, sobrinos, hermanos, o vecinos, es algo que preocupa a muchos adultos responsables  que quieren que sus familiares y amigos tengan hoy en día  la mejor formación posible. Y que, además, la obtengan con un interés asegurado (y en muchos casos casi paternal) del estamento profesoral. Todo el mundo desea los mejores resultados académicos, y si estos van acompañados del desarrollo de otras capacidades del alumnado, esas que casi nunca se habían tenido en cuenta, o muy poco, hasta hace unos lustros, mejor que mejor.

     Si el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere, como dice mi exalumno, al que llamaré Antonio, que se empuje a los estudiantes a superarse día a día, consiguiendo que haya un ambiente de respeto y comprensión de las limitaciones de cada uno, se consigue lo que él también denomina una “buena enseñanza”.

     Pero todo eso se podría producir o imaginar en un ambiente educativo ideal. La realidad es algo diferente. Para que se puedan conseguir resultados educativos buenos, o aceptables, en un colectivo de niños u adolescentes  deberían cumplirse unos presupuestos que son difíciles de encontrar hoy. Estos estarían fundamentados, sobre todo, en encontrar un grupo de alumnos en los que el “deseo de aprendizaje” no se cuestionara en ningún momento, es decir, que estuvieran “ansiosos por aprender” en todo momento. Que su procedencia sociocultural permitiese partir de unos mínimos educativos comunes a todos ellos; que su situación económica asegurase un cómodo seguimiento familiar, fuera del aula, del cumplimiento de  su proceso educativo; y que, en definitiva, la educación que se impartiese tuviera su reconocimiento en sí mismo al conseguir dar a cada individuo el máximo educativo que pudiera recibir, solo limitado en función de su inteligencia.

     Resulta extremadamente difícil encontrarse con un grupo de alumnos que presenten esas características teóricas tan ideales, por lo que hemos de luchar cada día con una realidad que dista mucho de esa especie de “nirvana” educativo. La realidad es mucho más cruda, variopinta y extrema en multitud de centros educativos. No es lo mismo impartir clases en un centro público nutrido de abundante alumnado con serios problemas al margen de los normales de un adolescente, que en uno donde se selecciona económicamente al cliente y sus máximos problemas son los inherentes a su capacidad e inteligencia. Por ese motivo, y por otros,  se sigue investigando y pensando mucho respecto a cómo dar clase a preuniversitarios, incluso por parte de gente que en su vida  ha visto a un adolescente de cerca, o con la responsabilidad de impartirle una clase.

     En ese contexto, y también hace unos días, el periódico El País  publicaba una entrevista al Dr. Francisco Mora, médico experto en neuroeducación y profesor de Fisiología Humana de la Universidad Complutense de Madrid, donde apuesta por cambiar las metodologías usadas al impartir clases a niños y adolescentes. (http://economia.elpais.com/economia/2017/02/17/actualidad/1487331225_284546.html?id_externo_rsoc=FB_CC).  En esa entrevista una de sus respuestas al periodista es: "Nos estamos dando cuenta, por ejemplo, de que la atención no puede mantenerse durante 50 minutos, por eso hay que romper con el formato actual de las clases. Más vale asistir a 50 clases de 10 minutos que a 10 clases de 50 minutos. En la práctica, puesto que esos formatos no se van a modificar de forma inminente, los profesores deben romper cada 15 minutos con un elemento disruptor: una anécdota sobre un investigador, una pregunta, un vídeo que plantee un tema distinto… Hace unas semanas la Universidad de Harvard me encargó diseñar un MOOC (curso online masivo y abierto) sobre Neurociencia. Tengo que concentrarlo todo en 10 minutos para que los alumnos absorban el 100% del contenido. Por ahí van a ir los tiros en el futuro".  En fin... ¡y esto lo dice un experto en neuroeducación! Los tiros, dice,  van a ir así en el futuro..., y  así van en el presente, y desde hace muchos años.
 

     Sin ser investigadores en neurociencia hace tiempo que muchísimos docentes aplicamos estas "innovadoras" propuestas si queremos conseguir un nivel aceptable de atención y éxito educativo en las aulas. No sé si mi amigo Antonio se acordará aún de cómo afrontábamos las clases hace ya 20 años en el instituto María Moliner de Zaragoza, pero seguro que recuerda que jamás dimos una clase de 50 minutos seguidos de información académica. Los comentarios, la interrelación entre alumno-profesor, la constatación de haberse entendido lo dado a través de oportunas  preguntas en un ambiente relajado era y es lo habitual. En cualquier clase y en cualquier materia. Salvo en contados y raros caso, que los hay, lo normal es impartir una clase queriendo que la gente aprenda, no únicamente que retenga, memorice, o almacene cientos de datos teóricos que sirven de poco o nada. Quizás en otros tiempos fue así, pero hoy en día lo habitual consiste en una clase muy “interactiva”, tal y como se dice ahora. Esa interactividad es necesaria para un buen aprendizaje, sea el tema que sea, e invita, incita, predispone, empuja al alumnado poco predispuesto inicialmente a incorporarse al ritmo de una clase, a hacerlo. Muchos de los problemas circunstanciales que algunos alumnos presentan y que van con ellos siempre, como inadaptación académica y/o social, desinterés por el estudio en general, asociabilidad, problemas conductuales propios de la edad o añadidos como consecuencia de pertenecer a familias desestructuradas o con problemas derivados de falta de integración social, pueden verse disminuidos temporalmente cuando en una clase el tema impartido gusta y genera interés y curiosidad. Y eso no se consigue con clases magistrales como a la antigua usanza. Y eso se sabe y practica desde hace mucho.

      Hay muchas veces que, hay que reconocerlo, aunque se haga un gran esfuerzo por parte del docente, no se consigue una motivación real del alumnado. Pero la inmensa mayoría del profesorado lo intenta. No sé si hacía falta ahora que nos descubrieran América con una sesuda investigación en neuroeducación sobre el tema, pero la práctica docente habitual actual es que hoy en día se escucha, se pregunta, se es sensible y se recuerda día a día cómo es cada alumno para saber cómo tratarlo. Se obtienen respuestas y se desarrollan  las máximas habilidades de comprensión y comunicación oral y escrita de los estudiantes que se prestan a ello, que son muchos. Y, por supuesto,  empujamos a los estudiantes a superarse y realizarse personalmente, tratando con  humanidad  y con respeto a todos, tengan las limitaciones que tengan.

 

 

martes, 14 de febrero de 2017

Dudosos apoyos al desarrollo de la “Serranía Celtibérica”.




     Gracias, sobre todo, a la intensa actividad del catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza del Campus de Teruel, Francisco Burillo, cada vez es más conocida la zona del interior peninsular española conocida como Serranía Celtibérica. Provincias como Soria, Burgos, Guadalajara, o Teruel, entre otras, forman parte de un espacio casi desierto de humanos, con su muy escasa población envejecida, y con un nivel de desarrollo económico y de infraestructuras muy deficiente
     El empeño de muchos en que esto cambie suele ser noticia en muchos medios, los cuales creo que consideran este interés casi como algo reseñable al mismo nivel que cuando se contemplan las arquitecturas hechas con hielo de algunas ciudades en China, es decir, con curiosidad pero sin generar el más mínimo interés cultural ni motivación alguna. Conozco personalmente a personas muy involucradas en relanzar zonas degradadas y deprimidas del corazón geográfico de la Serranía Celtibérica, como  el valenciano Rincón de Ademuz, los cuales no dejan en esforzarse en decir que ellos están, que existen, que quieren seguir existiendo, y que hace falta que se les preste algo de ayuda.
     Del manifiesto que desde “Serranía Celtibérica” se emite en su página web quiero destacar una parte esencial de su contenido que creo resume a la perfección cuáles son sus pretensiones, y con las que me siento en total sintonía de fondo. Dice así:

 "Quienes vivimos en la Serranía Celtibérica y nos resistimos a abandonarla pedimos:

Al Gobierno Español y a los Gobiernos Autónomos que reconozcan la peculiar entidad territorial de la Serranía Celtibérica. Que, ante su crítica situación, apliquen la discriminación positiva y tomen medidas efectivas, no paliativas, en materia económica, fiscal y de infraestructuras, y que anulen las “fronteras” educativas y sanitarias. Que los fondos que destinan en materia de despoblación y envejecimiento se inviertan de forma finalista en los territorios despoblados.

A la Unión Europea que, como eurorregión poco poblada, tenga en cuenta su condición periférica y fronteriza y aplique las medidas legisladas en materia de montaña, ruralidad y despoblación. Que ubique en la Serranía Celtiberica el Centro de la UE de Documentación e Investigación del Desarrollo Rural

A la UNESCO que reconozca el Patrimonio Cultural de la Celtiberia como Patrimonio de la Humanidad (estuvo en su lista indicativa desde 1998 al 2006).

Necesitamos medidas efectivas de “repoblación”, que supongan la explotación sostenible de sus recursos, la promoción nacional e internacional de la riqueza potencial de la Serranía Celtibérica, de su patrimonio natural y cultural, de sus productos agroalimentarios, artesanales, gastronómicos y turísticos. ¡Y las necesitamos con extremada urgencia! Por que no hay nada más triste y desolador, para la mayoría de nuestros muncipios, que vivir en el vacío de sus calles en invierno, en la soledad de un pueblo sin niños, rodeado de casas que se van hundiendo, y a más de una hora de coche de cualquier servicio.

(Manifiesto desarrollado por el Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural y el Proyecto I+D+i: HAR2012-36549. “Segeda y la Serranía Celtibérica: de la investigación interdisciplinar al desarrollo de un territorio”, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y los fondos FEDER, en el que participan 30 investigadores dirigidos por Francisco Burillo-Mozota, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel. Veáse el documento: Serranía Celtibérica (España). Un Proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo)"


     Si se lee detenidamente puede comprobarse que se vigila la redacción con esmero. Hasta el punto de no descuidar la intervención cuidadosa y respetuosa con el medio ambiente de la zona. Este hecho, que hoy en día no resulta en absoluto novedoso, y que cualquier escrito reivindicativo o de defensa de un lugar incluye, resulta aquí especialmente relevante.
     Quizás sea el área de la Serranía Celtibérica una de las zonas peninsulares y europeas donde lo que consideramos “conservación de la naturaleza” sea lo más relevante de la zona. Y no porque haya habido un especial interés en que eso sea así allí, sino por el profundo desinterés en la zona para aplicar el desarrollismo a ultranza que ha estado tan de moda en otras zonas más pobladas. Aquí, en este tema, llegamos a tiempo para salvar, conservar y poner en valor los atributos naturales (paisajísticos, biológicos, geológicos y medioambientales) del lugar.
     Pero habrá que tener en cuenta que el futuro desarrollo (¡ojalá llegue!), con repoblación humana incluida, lleva consigo una serie de medidas que poco tienen que ver con un “conservacionismo reaccionario”. Y quiero utilizar este término tan poco convencional pues me consta que muchos de los que se apuntan al tirón defensivo de la Serranía Celtibérica no son precisamente unos fieles defensores de las acciones encaminadas a generar algún tipo de desarrollo en esas provincias, y con especial énfasis en la de Teruel, que es la que más conozco. Me explico. Durante estos últimos años hemos tenido que ver espectáculos tan poco edificantes como los protagonizados por determinados grupos ecologistas (eso dicen que son…) en contra de cualquier tipo de intervención de mejora de la vida de muchos turolenses. Por ejemplo, la negativa tajante ante la instalación de aerogeneradores en poblaciones cercanas al monte Javalambre, fuera del Parque Natural, para suministrar luz a aquellos “ricos y prósperos” municipios; o la contundente negación a que se saque del pueblo de Libros, al sur de Teruel, la sinuosa y peligrosa carretera nacional que por allí pasa argumentado que con las obras se podría producir un  grave deterioro de las poblaciones de la zona de una especie de planta poco común, a pesar de los muchos accidentes de tráfico sufridos por los habitantes de esa localidad. O la crítica feroz a la instalación de canteras de extracción de arcillas en Aguilar de Alfambra  por las molestias que sufrirían los vecinos por el ir y venir de los camiones.
     ¿Cómo es posible conciliar  las reivindicaciones que hace Serranía Celtibérica de construcción de carreteras varias en la zona con las  puristas exigencias medioambientales de los grupos conservacionistas? ¿Han tenido en cuenta estos responsables que las intervenciones de mejora, acondicionamiento, desarrollo en definitiva, lleva implícita una mínima e imprescindible agresión al medio ambiente que mucho aficionado medioambiental cerril no acepta? ¿Qué entenderán esos grupos por “desarrollo sostenible de los recursos” tal y como reza el manifiesto?  No lo sé, pero creo que se debería antes llegar a una fórmula consensuada de actuación para que cualquier intervención o manifestación reivindicativa no quede tan sólo en humo una vez desaparecidos los colorines de los mediáticos fuegos artificiales.
 

 

jueves, 19 de enero de 2017

Lo que queda de las ciencias medioambientales en Educación Secundaria.



     Ya es firme la decisión que la administración educativa del Estado ha tomado respecto a la asignatura “Ciencias de la Tierra y medioambientales” (CTM) que se imparte en segundo de bachillerato. No se tendrá en cuanta en las ponderaciones  numéricas de las pruebas de acceso a la universidad, pues no podrán examinarse de ella en esas pruebas bajo ninguna circunstancia. Este dato era algo que suponíamos desde hace meses pero ahora ha sido confirmado.
     Lo más catastrófico de la medida educativa tomada no es que la gente no tenga una asignatura más (como Biología o Geología) del departamento de Ciencias Naturales que se tenga en cuenta y sea examinable en esas pruebas de acceso, que también, sino el tremendo aguijonazo que supone al conocimiento que sobre temas ecológicos puede y debe adquirirse en la educación secundaria. Este conocimiento, tan necesario para la vida actual, queda arrinconado para unos pocos alumnos decididos que quieren aprenderlo a través de esa asignatura optativa, una  más de las muchas que se ofertan ahora. Y esto no es de recibo.
     Pero lo que se echa de menos realmente es una contundente acción reivindicativa de las asociaciones conservacionistas, grupos ecologistas, u ONG,s medioambientales. ¿Dónde están ahora? ¿O es que prefieren que la “formación” de la gente en estos sensibles temas ecológicos esté en sus manos (extraacadémicamente) y no en las de docentes especializados? ¿Por qué no protestan ya? ¿No consideran esto una agresión a la cultura ecológica de la sociedad? Supongo que tendrán oscuros intereses para no hacerlo. Ellos sabrán, pero tomamos nota.