¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

viernes, 16 de junio de 2017

Los 27 de Aragón.

Edificio de Geológicas de la Universidad de Zaragoza.


     Ese es el número, 27, de personas que en la convocatoria de junio de la nueva selectividad (EVAU) se han examinado de Geología en todo Aragón. Aunque resulte increíble, ese es el dato oficial. Y no es de extrañar que hayan sido tan pocos . Se ha eliminado de las pruebas de acceso a la universidad  la posibilidad de examinarse de la veterana y necesaria asignatura “Ciencias de la Tierra y medioambientales” (CTM) sin dar una explicación convincente hasta la fecha, y con irrespetuosos titubeos respecto a aplicar esa medida hasta el mismo diciembre de este curso. La incorporación de la Geología, "a cambio", entre las materias troncales de ciencias   examinables no ha dado, de momento, buenos resultados. Y el motivo está más que claro.
     La mínima representación de grados universitarios en los que pondera  algo  la Geología para obtener  nota suficiente de acceso  es uno de los principales hándicaps que el alumnado tiene que afrontar para decidirse, primero, a cursarla en  bachillerato, y segundo, a examinarse en la EVAU de algo que prácticamente no les sirve de nada numéricamente para acceder a carreras de tipo científico y/o ambiental. Me consta que la coordinadora actual de la asignatura en la Universidad de Zaragoza está moviendo todos los hilos para conseguir una modificación de esas ponderaciones con el fin de que un tradicional grado universitario, como es Geología, que lleva impartiéndose en esa universidad casi cuarenta años,  no desaparezca por falta de alumnado. Pero es a lo que vamos.
     Si esta vez no se moviliza también todo el colectivo docente del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza  y los geólogos de los departamentos de Ciencias Naturales de los institutos, estaremos acabados y con un futuro profesional y social más que negro. Una sociedad sin Geología es una sociedad fácilmente manipulable tanto por los colectivos y lobbys hiperdesarrollistas como por los defensores del  conservacionismo a ultranza.

lunes, 12 de junio de 2017

El ”supermegaguay” mercadillo de Las Armas, en Zaragoza.



     Quien no conozca Zaragoza debe saber que la calle Las Armas está en el popular barrio de san Pablo, o del “Gancho”. Se trata de un barrio antiguo, con abundancia de casas palaciegas de los siglos XVII y XVIII , restauradas muchas  para oficinas municipales en los últimos tiempos, situadas  entre multitud de edificios poco cuidados y que rozan amenaza de ruina. Es lo que se denomina en los medios como un barrio “degradado” y en mal estado, a pesar de estar a menos de 200 metros de la Plaza del Pilar. Desde  hace años está habitado por personas que son, en su mayoría, musulmanes, los cuales conviven con los tradicionales habitantes del barrio de raza gitana además de unos cuantos “payos”.
Escenario exterior  municipal.
     A mitad de calle el ayuntamiento acondicionó  hace años unos edificios de estructura moderna para realizar allí todo tipo de actos culturales con la idea de revitalizar culturalmente el barrio: escenario multiuso, plaza de expansión de las estrechas calles circundantes, aprovechamiento de solares para uso urbano, etc. Y es en el gran patio interior del edificio y en sus adláteres donde se sitúa cada segundo domingo de mes el mercadillo de Las Armas. Está compuesto por una gran cantidad de puestos ambulantes donde se puede obtener, por ejemplo,  zumos caseros riquísimos, artesanías en madera tallada finamente con nombres de personas u otros motivos, ropa de niños de diseño, o productos alimenticios especiales.




Artesanías en el mercadillo de Las Armas.
     Pero lo más significativo que se contempla cuando se visita es el “tipo” de personas que regentan los puestos ambulantes. Nada que ver con los puestos de un rastro o mercado tradicional, o de la habitual artesanía que se encuentra en los aledaños de edificios históricos de las ciudades. Nada de eso. Parecen, y son casi todos ellos muy jóvenes,  sacados del mercadillo solidario navideño del barrio de Salamanca de Madrid. Solamente algunas rastas cuidadísimas (y  sobre todo el entorno) te hacen pensar que estamos en “otro” barrio. Desde  luego, la supuesta integración social de las personas que viven unos metros más arriba, apiñados en pisos pequeños y mal acondicionados, brilla por su ausencia. ¿Será que no se atreven a mezclarse con tanto pedigrí?
Gran afluencia de público en la plaza de Las Armas.
     
Un día cualquiera, en el mismo lugar del mercadillo, una reivindicación vecinal.
     El diseño, la finura, el exclusivismo y lo peculiar se hacen fuertes entre estas gentes que es posible que tengan contratado un buen seguro por por si en esa zona tan degradada les pasa algo. O llamarán a su papá para que los rescate, si hace falta, con su helicóptero privado. Pero, por lo demás, se les ve bien: seguros de sí mismos acercando su arte y artesanía a zonas en las que pocos o nadie quiere o puede comprarles nada. Se sienten bien mezclándose, o mejor dicho, haciendo una leve incursión por esos sitios tan siniestros donde les han dicho que vive tanta gente desgraciada, sin recursos, y con problemas que ni se atreven a pensar. Pero así son felices, o eso parece, pues las risas continuas y comentarios jocosos se oyen sin cesar. Creen muchos de ellos que se acercan al pueblo más que nadie y así les contarán alguna vez  a sus nietos, sentados en su buena poltrona, las “aventuras” que pasaban cuando eran jóvenes y se rozaban con cualquiera. Después ya no podrán, pues al hacerse más mayores y desde su cargo político en alguna consejería o concejalía no les quedará tiempo para zambullirse en semejantes sitios. Pero saben que existen. Y están con la conciencia tranquila pues forman parte de la pequeña historia urbana y social del intento de salvamento de esos lugares y de esos infelices.
     Mientras, desde el instituto del barrio, el IES Ramón y Cajal, se hace lo que se puede y más para tratar de sacar adelante académicamente a muchos chavales que miran desde la altura de sus viviendas, los segundos domingos de mes, a gentes y productos que no conocen ni desean. Ni falta que les hace.
"Miradores" del mercadillo.

jueves, 1 de junio de 2017

Profesores que nunca debieron serlo.



     No podía suponer la reacción de muchos de mis antiguos colegas profesores y exalumnos al colgar en mi cuenta de facebook  la imagen de arriba, la cual acompañé del siguiente comentario: “He encontrado esta frase. Pienso lo mismo desde que me dedico a la enseñanza. Y espero no haberme equivocado”. Varias veces se ha compartido, más de 75 “likes”,  además de bastantes comentarios cariñosos y nostálgicos. Reconozco que han engordado mi ego un montón, que en estos momentos de mi trayectoria personal y profesional se agradece mucho.
     Pero quiero aquí poner de manifiesto una interpretación contraria a la que se ha hecho en mi caso y que también se puede hacer  respecto al contenido de ese cartel. Me refiero al recuerdo negativo que algunos profesores dejan en sus pacientes alumnos para el resto de sus vidas. Vidas que han sido redirigidas hacia rumbos insospechados debido a la intransigencia y desconsideración de algún que otro docente que, en mi opinión, no debieron haberse dedicado a esta noble profesión en su vida.
     Conozco casos de alumnos de escasísimos recursos familiares, en situación rayana a la pobreza extrema, que el mejor ambiente social que han llegado a conocer es el de las aulas. Que han sido tutorizados y encauzados por su profesorado (y aguantado estoicamente en bastantes ocasiones) para hacerles ver que lo que mejor podían hacer en su vida era aferrarse al estudio, a avanzar en sus conocimientos, y en asegurarse el tener una formación que les permitiera ejercer dignamente una profesión, del tipo que fuera, en el futuro. Pasaron sus estudios primarios, llegaron al instituto y se enfrentaron a la ESO, que aunque para mucho listillo e indocumentado, eso de la ESO es algo “superfácil” y banal, a gente poco acostumbrada a la cultura les supone un importante esfuerzo de adaptación intelectual. Terminan la etapa obligatoria y como se les reconoce que “valen” para el estudio, se matriculan en bachillerato. Aprueban el primer curso, y al llegar a segundo, los muy “poco responsables” se atascan con alguna asignatura del denso programa que se les obliga a cursar para llegar a la universidad. Si a esto se le une la necesidad de tener que trabajar para ayudar a la precaria economía familiar se complica aún más el asunto. En esa situación social se le somete al mismo rasero que a los demás (alguien considerará que muy justamente en aras de la igualdad…) y se le obliga a tener que esperar un año más en segundo de bachillerato a la espera de aprobar una única asignatura suspendida en el junio y septiembre anteriores. Al siguiente curso, y por razones de trabajo, no puede asistir a las valiosas y supernecesarias clases de esa materia, por lo que vuelve a suspender el primer parcial, desistiendo definitivamente de continuar el esfuerzo que supone  conseguir el bachillerato completo aprobado.
     ¡Conseguido! Ya hemos echado a una persona más del sistema educativo. No le sirve de nada (oficialmente) el haber cursado tres años el bachillerato, ni se puede presentar a las pruebas de acceso a la universidad, ni ir a un grado superior de formación profesional, pues se requiere el título de bachiller o una prueba de acceso especial. Supongo lo mal que lo estará pasando la persona afectada por esta situación. Y la vergüenza que se pasa al verle y saber que hay “compañeros” que duermen tranquilos sin haber hecho nada por suavizar algo el nivel exigido de la asignatura y dar alguna facilidad (¡sin regalar nada!) para que personas con serios problemas y que han llegado hasta ahí nadando a contracorriente desde que nacieron no se estanquen y tengan que dar un drástico giro a su vida tirando por la borda tanto esfuerzo anterior. ¿De verdad alguien se cree que un alumno que llega a segundo de bachillerato se arriesga tontamente a no conseguir nada por culpa de solo una signatura? ¿El profesorado implicado no tiene nada que ver en este fracaso? ¿No se dan cuenta que se trata de la vida de una persona?
     Kevin (así se llama el chaval), si lees esto saca fuerzas de flaquezas y sigue adelante. El próximo cuso te espera con nuevo profesorado y nunca es tarde, pues la mayoría de los docentes no somos así. Seguro que lo consigues.